Cómo salir de mi zona de confort viajando

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Hace algunos meses cumplí 6 años como viajera y lo festejé con una reflexión personal en mi página de Facebook. Le llegó a mucha más gente de la que hubiera imaginado y recibí muchos comentarios felicitándome por el estilo de vida que elegí y por serle fiel a mis sueños. Pero también recibí otros tantos de gente que me decía que me admiraba, que viajar también era su sueño pero que no sabían por dónde empezar, que no se animaban y que les daba miedo salir de la zona de confort. Entonces, me puse a pensar en eso, en las veces que le digo a la gente que lo importante es centrar la energía en nuestros sueños, en que lo demás viene solo. Pero qué pasa cuando esos sueños están opacados por los miedos, cuál es el truco, si es que hay, para escaparse de los cuestionamientos y simplemente dejarse llevar.

como salir de mi zona de confort

Cómo salir de mi zona de confort

Cuando decidí irme al que considero fue mi primer viaje real – tal vez porque fui sola, tal vez porque tenía que cruzar el charco, tal vez porque mi mente estaba preparada para que fuera más que unas vacaciones – no me cuestioné demasiadas cosas. Y la verdad es que tampoco me faltó el apoyo de la gente a mi alrededor. Y sí, a decir verdad, era un viaje de 35 días por Europa (aunque en ese momento para mí era larguísimo, considerando que en Argentina solo tenemos 15 días de descanso al año) con el único agregado de que me iba sola. Tenía pasaje de vuelta, tenía hasta los hostels reservados y un itinerario bastante apretado que no daba mucho lugar a la imaginación (y así y todo me dejé llevar por el camino).

El saber que al volver iba a encontrar todas las cosas como las había dejado (mi trabajo, mi casa, etc), hizo que mis únicas preocupaciones fueran cómo me las iba a arreglar para hacerme entender en Francia sin hablar francés o que tanto me iba a aburrir estando sola tanto tiempo. Como se podrán imaginar, ninguna de esas cosas realmente fue importante una vez que me subí al avión y empezó la aventura. Por el contrario, aprendí que cuando se viaja solo nunca se está solo y que no saber decir más que “hola” en el idioma oficial del país al que vas, no constituye ninguna traba real, porque hay muchas otras formas de aprender a comunicarse.

salir de la zona de confort

Antes de que mi avión aterrizara nuevamente en Buenos Aires yo ya tenía decidido que mi próximo destino sería en Asia. Y durante los meses siguientes tracé un mapa mental con los lugares que me interesaba conocer. Y ahí empezaron las dudas, los miedos, las preguntas que me hacía y las que me hacían, la inseguridad de dejar todo atrás, de salir del área de confort y meterme de lleno en un mundo totalmente desconocido, lejano, distinto.

¿Te vas a ir a India sola? ¡Estás loca! Me lo dijeron y me lo dije. Qué sabía yo de India, cómo podía estar segura de que era seguro irme sola hasta allá, cómo podía saber si realmente la iba a pasar bien o si iba a querer volverme al segundo de haber puesto un pie en Nueva Delhi. ¿Y si la plata no me alcanzaba? Dicen que Asia es barato, ¿pero qué tan barato? Tampoco es que tengo tanta plata…

Esta vez no hice números en un excel, ni busqué alojamiento por adelantado, ni tampoco organicé cuántos días quería estar en cada lugar. Ni siquiera estaba segura a donde iba a ir exactamente. Hice una lista de países, pero no de ciudades. Me compré una mochila y saqué un pasaje por tres meses. Supongo que la plata me va a alcanzar para estar tres meses…

Cómo salir de mi zona de confort

Pero mirando en retrospectiva creo que el miedo más grande era enfrentarme a lo diferente, a ese shock cultural que sabía que iba a darme vuelta la cabeza y al mismo tiempo no sabía como me iba a afectar. Irme a  Europa había sido, más que nada, un desafío personal a encontrarme conmigo misma, pero Asia era algo mucho más grande, tan grande que ni siquiera podía dimensionar. Era, de verdad, salir de mi zona de confort.

Y cuando salimos de nuestra zona de confort nos exponemos a muchas cosas y sobre todo, a nuestros propios miedos. Porque implica abrir la mente y aceptar las cosas que nos son ajenas de una forma diferente, de alguna manera aprendemos a incorporarlas como parte de nuestra vida y sino, por lo menos las respetamos de una forma más genuina. También nos enfrentamos a aspectos de nuestra personalidad, de nuestro ser, en situaciones a las que no estamos acostumbrados y nos veamos reaccionar, muchas veces, de formas que jamás imaginamos.

Y es por eso que tener todos esos miedos vale la pena, porque solo si somos capaces de enfrentarlos, de salir de la comodidad de nuestro entorno y ver que pasa allá afuera, vale la pena. Porque viajando – por mucho o poco tiempo – aprendes cosas que de otra forma no aprenderías, sobre las culturas, sobre la gente, sobre el mundo, sobre vos. Porque dar ese primer paso es difícil, pero cuando miras hacia atrás, el camino recorrido te va a demostrar que es la mejor decisión que tomaste en tu vida y te vas a sentir libre, por fin, libre como nunca antes te sentiste.

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Ese viaje al final no duró tres meses sino seis. Y viví cosas que esperaba y otras que jamás hubiera imaginado. Supuso todo un aprendizaje, conocí gente hermosa (y otra no tanto), soñé despierta en lugares paradisíacos y aprendí que lo único que vale la pena tener no son cosas sino experiencias. Entendí que todo el sacrificio que hice al dejar mi vida “normal” atrás, era necesario. Porque de no haberlo hecho, hoy no estaría acá, no sería la persona que soy. Por eso, el primer paso cuesta pero hay que darlo, salir de la zona de confort es difícil pero necesario y dejarse sorprender por las oportunidades de la vida es el regalo más lindo que nos podemos, nos debemos y nos merecemos hacer.

 

Sobre la autora

Mariana Mutti – Desde chica supo que quería escribir y a medida que fue creciendo los viajes familiares le hicieron entender que además tenía otra pasión: ver el mundo. En 2011, después de terminar la carrera de Periodismo, hizo su primer viaje sola y, entre otras cosas, decidió convertirse en viajera a tiempo completo. Vive cada lugar con intensidad, le encanta hablar con la gente y probar comidas que enamoren su paladar. Cuenta sus historias y experiencias en Bitácora Viajera

 

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